
La sabiduría suprema es tener sueños bastante grandes para no perderlos de vista mientras se persiguen.

“A primera vista, sorprende la tenacidad y la amplitud de los medios puestos en juego para obtener el predominio en la información periodística china. Pera a poco de pensarlo se comprende que esa información es el único lazo que une el cuerpo nacional chino con el resto del mundo, es el equivalente nacional de sus ojos, de sus oídos, de su tacto.
El pueblo chino se enterará de los hechos mundiales que a las agencias les interese difundir. Esos conocimientos serán sus puntos de referencia para medirse a sí mismo, para fundamentar sus pretensiones o para consolarse de sus desventuras. Si el pueblo chino cree que el resto del mundo come tan poco como él, nadie se quejará, si cree que el resto del mundo paga por el petróleo el mismo precio que él paga, no protestará. Si cree que para su arroz no se obtiene más precio que el que él logra, no discutirá. Si cree que para progresar necesita recibir al capital extranjero, nadie podrá válidamente oponerse a que recurra.
En una palabra, desposeído de sus medios colectivos de información, el pueblo chino queda a merced de sus infamantes extranjeros que, poco a poco, insensiblemente, influirán hasta en sus sentimientos más comunes, en la jerarquía de sus apreciaciones y en la calidad e intensidad de sus gustos y apetencias .
Raúl Scalabrini Ortiz

“Siempre contradije la ocurrencia de que con la poesía o con el arte o las letras de las canciones se podía modificar a las personas, inculcarles algo, ser docentes. Nunca me sentí atraída por ideas como ésa. Y eso se ve en mis trabajos para chicos, en donde alcanza con usar un lenguaje rico y que los versos estén bien medidos para cumplir con la ‘docencia’. Nunca pensé que hiciera falta agregar moraleja al final de una canción ni decirles a los nenes que se porten bien. Nunca me interesó ponerme en el papel de madre.”


Esta no es una fórmula para vivir feliz; creo que no, pero sí lo es para tener fuerzas y examinar el contenido de la vida, cuyas apariencias nos marean y engañan de continuo. No mire lo que hagan los demás. No se le importe un pepino de lo que opine el prójimo. Sea usted, usted mismo sobre todas las cosas, sobre el bien y el mal, sobre el placer y sobre el dolor, sobre la vida y la muerte. Usted y usted. Nada más. Y será fuerte como un demonio entonces. Fuerte a pesar de todo y contra todos. No importe que la pena lo haga dar de cabeza contra una pared, interróguese siempre, en el peor minuto de su vida, lo siguiente: “¿Soy sincero conmigo mismo?” Y si el corazón le dice que sí, y tiene que tirarse a un pozo, tírese con confianza. Siendo sincero no se va a matar, porque no se puede matar. La vida, la misteriosa vida que rige nuestra existencia impedirá que usted se mate tirándose al pozo. [...]